El lenguaje es un medio de comunicación, exclusivo de los seres humanos. Todos nos valemos de él y el éxito o el fracaso que tengamos, en los distintos aspectos de nuestras vidas, dependerá, en gran parte, de la forma en que lo usemos.
En nuestra mente, pueden anidar ideas ricas, diferentes, exclusivas, pero de nada servirán, si no somos capaces de trasmitirlas. No siempre tenemos conciencia de esto.
Aprender lengua es aprender a comunicarse con efectividad, es saber trasmitir a los demás nuestros pensamientos, es lograr comprender los de nuestros semejantes.
Se confunde el buen lenguaje con el lenguaje complicado.
La mayoría de los adultos cree que cuanto más rebuscadas sean las expresiones que usa, más difíciles las palabras, más largos los textos, mejor es su idioma.
El buen idioma no se mide por la cantidad, sino por la efectividad.
Nuestro deber como usuarios de una lengua es respetarla: hablar y escribir con corrección. Y, para lograrlo, hay que trabajar. Nada se aprende sin dedicación y, en el caso del idioma, día a día nos enfrentamos con dudas, con vacilaciones…
La sociedad juzga implacablemente el buen uso del lenguaje. Un examen, un empleo, un ascenso…pueden perderse por un error de expresión, de ortografía, de comprensibilidad.
El lenguaje importa cualquiera sea nuestro nivel cultural. Según cómo lo usemos, se cerrarán o abrirán puertas. Los adultos, sobre todo, deben tomar conciencia de esto y dedicar tiempo, afán, estudio, para mejorar su expresión.
Habla: materialización individual de los pensamientos de una persona, sirviéndose del modelo o sistema que facilita la lengua. Es la actualización aquí y ahora de los fonemas de la lengua por un hablante.
Habla o dialecto, se define como la conducta lingüística de un hablante individual, por lo tanto, es el acto de emitir un mensaje basado en el conocimiento y experiencias de cada individuo, de acuerdo con su estilo propio y personal.